José Sócrates

En 2005, menos de un año después de alcanzar la secretaría general del Partido Socialista (PS), José Sócrates se convirtió en primer ministro de Portugal en virtud de la primera mayoría absoluta cosechada por su formación. Popular ministro de Medio Ambiente en el anterior Gobierno de su mentor, António Guterres, y exponente del ala "renovadora" del PS, este ingeniero con fama de "político mediático" llegó al poder portando un plan de corte social-liberal, con asomos blairistas; sus objetivos prioritarios, generar crecimiento económico, ganar competitividad y modernizar la matriz productiva de Portugal, poniendo como emblemas una serie de grandes obras de infraestructura y la inversión en las nuevas tecnologías.

La ambiciosa empresa topó desde el primer momento con el problema del déficit público, salido del tope europeo, que Sócrates empezó contemplando sin obsesión ortodoxa. Con todo, la necesidad de estabilizar las finanzas del Estado empujó al primer ministro a hacer complicados equilibrios con una primera andanada de medidas de austeridad que soliviantó a los sindicatos. El Banco Portugués de Negocios (BPN), abocado a la suspensión de pagos, hubo de ser nacionalizado, y la recesión señoreó el país a caballo entre 2008 y 2009. Fuera de la pelea diaria con los números rojos, el Ejecutivo sacó adelante la despenalización del aborto (2007) y el matrimonio homosexual (2010), dos reformas sociales que Aníbal Cavaco Silva, el conservador presidente de la República, no rehusó firmar, haciendo de la cohabitación institucional una experiencia más llevadera de lo esperado. De puertas al exterior, la primera legislatura socialista conoció la firma en Lisboa (2007) del Tratado que modificó los tratados de la Unión Europea.

Aunque erosionados, Sócrates y el PS aguantaron bien las elecciones generales de 2009, que volvieron a ganar, ya sólo por mayoría relativa. Apenas se constituyó, el segundo Gabinete socialista encajó un fortísimo deterioro del déficit, que trepó al 10% del PIB. Bajo la presión creciente de Bruselas y los mercados de deuda soberana, alarmados por las pésimas calificaciones del riesgo país, desde marzo de 2010 el gobernante lanzó cuatro Programas de Estabilidad y Crecimiento (PEC) consecutivos. En marzo de 2011, el último y más duro de estos paquetes de austeridad, el PEC IV, con su expresión presupuestaria de podas de gastos, subidas de impuestos y retroceso de las prestaciones sociales, fue impugnado en la Asamblea por el principal partido de la oposición, el Social Demócrata (PSD, de centro-derecha). Entonces, Sócrates materializó la advertencia hecha en previsión de este desvalimiento: presentó la dimisión, dio por agotada la legislatura y forzó el anticipo electoral.

Sócrates libró la campaña para la reelección en unas circunstancias críticas. El 6 de abril, con la recesión de vuelta y el paro desbocado, el dirigente se resignó a reconocer algo que venía refutando con terquedad desde hacía meses: que el Estado luso no podía hacer frente a sus deudas y que, siguiendo los pasos de Grecia e Irlanda, necesitaba el urgente rescate financiero de la UE y el FMI. La troika de la Comisión Europea, el BCE y el FMI concedió a Lisboa 78.000 millones de euros en créditos condicionados a la aplicación de un draconiano programa de consolidación fiscal y ajuste estructural. El 5 de junio de 2011 el PS sufrió una estrepitosa derrota en las urnas y el 21 de ese mes Sócrates, ya dimitido al frente del partido, cedió el despacho del Palacio de São Bento al socialdemócrata Pedro Passos Coelho.

(Texto actualizado hasta junio 2011)

1. Joven cargo socialista del círculo de António Guterres
2. Secretario general del PS y primer ministro de Portugal
3. El primer mandato de Gobierno: bajo la presión permanente del déficit público
4. El truncado segundo mandato: tormenta de la deuda, rescate financiero y derrota electoral


1. Joven cargo socialista del círculo de António Guterres

Hijo del arquitecto Fernando Pinto de Sousa, perteneciente a una familia de prohombres liberales, y de Maria Adelaide de Carvalho Monteiro, quien se haría adepta de los Testigos de Jehová, nació realmente en Oporto, pero el padre lo registró en la parroquia donde estaba radicada la familia, Vilar de Maçada, en el concejo de Alijó del distrito de Vila Real. El muchacho creció y recibió su primera educación en un tercer lugar, Covilhã, industrioso concejo situado más al sur, al pie de la Sierra da Estrela, en el distrito de Castelo Branco. Cuando la Revolución del 25 de abril de 1974, vivía sólo con su padre; la madre, separada de su esposo, había establecido su residencia en Cascais, haciéndose acompañar los otros dos hijos.

En el verano de aquel año, Pinto de Sousa, hombre ilustrado y de gustos intelectuales, se encargó de fundar la sección local del Partido Popular Demócrata (PPD), la formación de centro reformista –luego, escorada a la derecha- puesta en marcha por Francisco de Sá Carneiro al socaire del nuevo régimen de libertades y que al cabo de dos años iba a adoptar el nombre de Partido Social Demócrata (PSD). Sócrates secundó a su padre en el proyecto político y en noviembre de 1974 se convirtió en uno de los primeros miembros de la Juventud Social Demócrata (JSD) de Covilhã, lugar donde el partido, debido al fuerte componente proletario de la población, susceptible de sentirse más atraída por las ideas socialistas y comunistas, partía con problemas para implantarse.

Sin embargo, esta militancia, para disgusto de su progenitor, duró poco: decepcionados con el arrinconamiento de Emídio Guerreiro, cabeza del ala izquierdista del partido, en el II Congreso nacional celebrado en diciembre de 1975 en Aveiro, Sócrates y un grupo de afiliados jóvenes secundaron al veterano luchador contra la dictadura salazarista y se dieron de baja. A partir de este momento, el líder socialista Mário Soares, jefe del primer Gobierno Constitucional posrevolucionario en julio de 1976, reemplazó a Sá Carneiro –a su vez, fallecido en un accidente de aviación en diciembre de 1980 cuando ejercía su turno de primer ministro- como referente ideológico de Sócrates.

Fue por entonces cuando este mozo provinciano marchó a Coimbra para labrarse una profesión en el Instituto Superior de Ingeniería (ISEC), carrera que pasó a ser costeada por su madre, la cual tenía sus propios ingresos como profesora de colegio en Cascais. Aunque activo en los debates estudiantiles en las aulas, convertidas en ágoras de expresión de la efervescencia política que agitaba el país, parece que en este período Sócrates estuvo más centrado en sus estudios y en sacarse el título de ingeniero civil, cosa que consiguió en 1980, tras lo cual redondeó su currículum académico con un curso de especialización en Ingeniería Sanitaria impartido por la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSP) de Lisboa.

De vuelta a Covilhã y con 24 años, formalizó sus simpatías izquierdistas dándose de alta en el PS. Discurría 1981, y entonces los socialistas lideraban la oposición parlamentaria al Gobierno de coalición del PSD y el conservador Centro Democrático y Social (CDS) que presidía el sucesor de Sá Carneiro, Francisco Pinto Balsemão. De la mano de su amigo Jorge Patrão, se hizo un hueco en la Juventud Socialista y en los cuadros de la administración local, controlada por el PS desde las elecciones municipales de 1976, donde ejerció su profesión de ingeniero. Fue cuando entró en el círculo personal de António Guterres, miembro del Secretariado Nacional del PS, diputado en la Asamblea de la República y presidente de la Asamblea Municipal de Fundão, concejo del distrito sito unos kilómetros al sur de Covilhã.

Por aquel entonces, la sección socialista de Castelo Branco era pasto de las peleas entre facciones y Sócrates se alineó con el grupo de Guterres, que sostenía una intensa pugna con la mayoría oficialista leal a Soares. Fue delegado "independiente" en el congreso que la Federación Distrital Socialista de Castelo Branco celebró en 1983, el cual reprodujo al nivel regional el fuerte enfrentamiento nacional entre Guterres y Soares, quien, desoyendo a sus conmilitones críticos, formó un ejecutivo de coalición con el PSD para asegurar la gobernabilidad del país tras las elecciones legislativas de abril, ganadas por los socialistas con mayoría simple. De manera un tanto inesperada, Sócrates, con sólo 25 años, se hizo con la presidencia de la Federación como una suerte de candidato de compromiso pactado con los soaristas, varios de cuyos compromisarios votaron por él. Sin embargo, el ingeniero era ante todo un escudero de Guterres.

La carrera política del todavía veinteañero discurrió hacia arriba en paralelo a la de su mentor ocho años mayor, aunque al principio tuvo que sobreponerse a sonoros fracasos, en parte atribuibles a su bisoñez. Al PS le fue francamente mal en las elecciones legislativas y municipales de 1985, que inauguraron la década de dominio del PSD de Aníbal Cavaco Silva, convertido en el nuevo primer ministro. En las autárquicas del 15 de diciembre de 1985, el PS de Castelo Branco retuvo la mayoría sólo en tres de las once cámaras municipales que formaban el distrito, y entre estos concejos no estaba Covilhã, donde, por cierto, el segundo cabeza de lista del PSD que salió elegido era el propio padre de Sócrates.

Resentido el aliciente de la política local ahora que dirigía un partido disminuido, Sócrates focalizó sus ambiciones en la palestra nacional, siempre bajo el manto protector de Guterres, aunque continuó al frente de los socialistas de su distrito. A instancias de Guterres, fue inscrito en la lista de candidatos a diputados de la Asamblea de la República en representación de Castelo Branco para las elecciones anticipadas del 19 de julio de 1987. Sócrates ganó el escaño, pero las votaciones fueron un paseo triunfal para el PSD, que obtuvo la mayoría absoluta. Reelegido en el mismo escaño en todos los comicios ulteriores, Sócrates desarrolló en su primera legislatura un trabajo discreto pero eficiente, que no tardó en llamar la atención de la cúpula del partido. Por otro lado, causó sensación al romper el tabú que pesaba sobre el sida, siendo el primer parlamentario que expuso en el hemiciclo las problemáticas de la enfermedad. Su patrocinador político, Guterres, era entonces también su jefe de grupo parlamentario.

En 1988, año marcado por la tragedia familiar al perder a su hermana en un accidente de tráfico, Sócrates fue elegido por el diario Expresso "diputado revelación", aunque continuaba siendo un perfecto desconocido para el gran público. En 1990 hizo una incursión fugaz en la empresa privada, como socio capitalista de una firma distribuidora de combustibles. Sócrates y un colega, el diputado Armando Vara, abandonaron el negocio cuando, según parece, detectaron operaciones extrañas en la sociedad. La retirada iba a resultar providencial, ya que posteriormente afloró una corruptela financiera y uno de los socios fue condenado por la justicia y metido en prisión.

Sócrates, que, en la primera muestra de su interés por el marketing político, hizo de su segundo nombre de pila su apellido político –lo lógico habría sido darse a conocer como José Pinto de Sousa, pero éste patronímico compuesto reunía unos apellidos muy comunes en la vida pública-, entró en el Secretariado Nacional y en la Comisión Nacional del PS en 1991, cuando fungía de secretario general Jorge Sampaio, a la sazón alcalde de Lisboa, tomando a su cargo la portavocía del partido para el área de medio ambiente. Ese mismo año, en las legislativas del 6 de octubre, que supusieron la tercera derrota consecutiva del PS a manos del PSD, fue reelegido en su asiento parlamentario. En el X Congreso del partido, celebrado en febrero de 1992, Guterres se hizo con la Secretaría General desocupada por Sampaio por la vía dimisionaria, mientras que él fue confirmado en sus puestos orgánicos. En 1993 contrajo matrimonio con Sofia Costa Pinto Fava, una ingeniera experta en tratamiento de residuos industriales, de la que iba a divorciarse de manera amistosa en 1999 luego de alumbrar en común a dos hijos varones.

En los comicios generales del 1 de octubre de 1995, el PS, por fin, batió a su adversario socialdemócrata con el 43,9% de los votos y 112 escaños; eran los mejores resultados de su historia, aunque no tanto como para gozar de la ansiada mayoría absoluta, no alcanzada por cuatro diputados. Guterres recibió del presidente de la República, que no era sino su ilustre predecesor –y enemigo- en la jefatura de los socialistas, Mário Soares, el encargo de formar un gobierno en el que Sócrates tenía asegurado un puesto como premio a todos sus años de servicio al secretario general: el de secretario de Estado adjunto al Ministerio de Medio Ambiente, teniendo como directa superiora a Elisa Ferreira. Su nuevo cometido en el Ejecutivo nacional inaugurado el 28 de octubre, que reunía competencias delegadas en las áreas de protección de los ecosistemas y de defensa del consumidor, le indujo a abandonar la presidencia de la Federación Distrital del PS en Castelo Branco y, como es tradicional en los miembros del Gobierno, a no ocupar su recién renovado escaño en la Asamblea.

La subida en el escalafón del Ejecutivo no se demoró en demasía: el 25 de noviembre de 1997 Guterres le colocó directamente a su diestra como ministro adjunto al primer ministro en sustitución de António Vitorino, que venía ostentando también la cartera de Defensa y que se vio obligado a dimitir a raíz de una denuncia sobre supuestas irregularidades fiscales en la compra de una propiedad. En los dos años siguientes, Sócrates llevó las áreas de Juventud, Deportes, Drogodependencia y Comunicación Social. En el XIV Gobierno Constitucional, instituido por Guterres el 25 de octubre de 1999 de resultas de la reválida socialista en las votaciones generales disputadas 15 días antes, se desempeñó de ministro de Medio Ambiente y de Ordenamiento Territorial.

Fueron más de seis años de función gubernamental en los que Sócrates ligó su nombre y su rostro a actuaciones de repercusión social en tres terrenos: la defensa del consumidor, imponiendo a las compañías de telefonía y electricidad unas pautas de servicio más transparentes y elaborando una legislación ad hoc; la protección del medio ambiente, obligando a las empresas contaminantes a incinerar los residuos peligrosos, clausurando vertederos incontrolados y lanzando el Programa Polis de recuperación de cascos urbanos; y, la lucha contra la drogodependencia, apostando por una estrategia, inédita en el país, que combinaba las terapias de reducción de la adicción (generalización de los tratamientos con metadona para los heroinómanos) y la despenalización del consumo. Esta activa agenda le proporcionó a Sócrates una cierta fama de servidor del Gobierno que no temía enfrentarse a los poderes fácticos. Tampoco a los grupos ecologistas, que criticaron duramente algunas de sus disposiciones. Asimismo, fue uno de los responsables públicos que se involucró a fondo en la obtención para Portugal de la sede de la Eurocopa de Fútbol de 2004.

El natural desgaste en el poder, acentuado por la deceleración económica, los repuntes inflacionarios, el engorde del déficit presupuestario y la postergación de reformas estructurales en múltiples sectores, pasó factura al PS en las municipales del 16 diciembre de 2001, cuando el PSD le arrebató los ayuntamientos de las principales ciudades, inclusive Lisboa. Guterres dimitió de manera fulminante, forzando la convocatoria de unas elecciones legislativas anticipadas al 17 de marzo del año siguiente, en las que los socialistas, a cuyo frente estaba ahora el ministro de Obras Públicas saliente, Eduardo Ferro Rodrigues, un exponente del ala más izquierdista de partido y favorable a pactar con los comunistas, fueron derrotados.


2. Secretario general del PS y primer ministro de Portugal

El 6 de abril de 2002, con la asunción del equipo del líder socialdemócrata, José Manuel Durão Barroso, Sócrates se despidió del Ejecutivo. Pero, cosa que nadie habría imaginado entonces, ni siquiera él mismo seguramente, una cadena de circunstancias más o menos accidentales le iban a traer de vuelta, y por la puerta más grande, en menos de tres años.

Retornado al ejercicio de diputado de la bancada opositora, Sócrates se encontró más suelto para explotar a fondo una faceta de "político mediático" que en la etapa en el Gobierno había aflorado sin llegar a agotar su potencial. Bien parecido, entrecano, de porte juvenil y atlético pese a estar más cerca ya de los 50 que de los 40 (de acuerdo con los comentaristas locales, siempre intentaba sacar tiempo para ir al gimnasio, esquiar o correr en pista), el ex responsable medioambiental frecuentó los estudios de la Radio Televisión Portuguesa (RTP) como contertulio de temas políticos de actualidad.

Allí sostenía animados debates con personajes como el alcalde de Lisboa, Pedro Santana Lopes, una figura del PSD que le llevaba una amplia ventaja en cuanto a notoriedad y capacidad para generar polémica. Su imagen un tanto contradictoria pero atrayente, alternando los portes fríos y adustos con los guiños de simpatía al teleespectador, amén de su elocuencia, le convirtieron en una de las personalidades más populares del PS. Los que le conocían decían que era calculador, disciplinado e implacable, y que su referencia en la Internacional Socialista era el británico Tony Blair.

Esta promoción, a primera vista, descaradamente personal de Sócrates no gustó a muchos responsables del partido, que a partir de mayo de 2003 intentó digerir el escándalo que supuso el arresto preventivo del segundo de a bordo tras Ferro, el ex ministro de Trabajo Paulo Pedroso, implicado por la Policía y la judicatura en la trama de pederastia de la Casa Pía. El propio Ferro, que denunció la existencia de "un montaje organizado con pruebas falsas con el objetivo de destruir al PS", fue llamado a declarar ante el juez en un caso, el abuso sexual durante tres décadas por miembros de la alta sociedad lusa de niños acogidos en esa institución benéfica de Lisboa con la complicidad de personal interno, que llenó de conmoción a los portugueses.

Aunque su doctrina no estaba bien perfilada, o precisamente por eso, Sócrates era ubicado por la mayoría de los observadores en un sector centrista (aunque otros preferían situarlo en la tendencia más conservadora) del PS, en la línea de moderación y pragmatismo de que hizo gala Guterres. Apoyado en su vicepresidencia del grupo parlamentario socialista y en su secretaría nacional del partido, presenció un poco desde la barrera la polvareda levantada por las incriminaciones del caso Casa Pía y la progresiva debilitación del liderazgo de Ferro, que descuidó sus obligaciones como jefe de la oposición y se empeñó en urdir una estrategia de contrapropaganda para limpiar el buen nombre de su amigo Pedroso. De manera discreta, Sócrates fue tomando posiciones para cuando llegara el momento de elegir a un nuevo secretario general, ya que Ferro parecía acabado.

Con todo, las elecciones del 13 de junio de 2004 al Parlamento Europeo supusieron un inesperado balón de oxígeno para el baqueteado secretario general del PS, ya que su partido obtuvo el 44,5% de los votos y superó en 11 puntos a la lista conjunta del PSD y el CDS-PP, apuntándose una victoria histórica. Pero el curso político se metió por un vericueto nuevo a finales de ese mes, cuando Durão Barroso anunció que renunciaba al Gobierno para presidir la Comisión Europea en Bruselas. Sampaio, presidente de la República, tenía en su mano, bien disolver la Asamblea y convocar elecciones anticipadas, bien prolongar la legislatura nombrando al candidato a sucederle presentado por Barroso y endosado por los suyos como nuevo presidente del PSD, el alcalde lisboeta Santana Lopes, a quien Sócrates conocía bien por sus coincidencias televisivas.

El 9 de julio, el antiguo dirigente socialista se decantó por darle la oportunidad a Santana, provocando la decepción en las filas socialistas, que querían acudir a las urnas cuanto antes. Ferro, uno de los responsables políticos y económicos consultados por Sampaio, encajó el revés como una derrota personal y presentó la dimisión irrevocable como secretario general del partido inmediatamente después del anuncio presidencial. Mientras el PS se preparaba para esclarecer su nuevo liderazgo, el centro-derecha, de la mano de Santana, reeditaba su coalición de gobierno con la promesa de no cejar en los esfuerzos para mantener contenido el déficit de las administraciones públicas por debajo del 3% del PIB -tal como preceptuaba el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) de la UE-, difícil empresa que tenía la dificultad añadida de coexistir con una coyuntura de anemia económica (2003 había cerrado con una recesión del 1,1% del PIB, si bien el primer tramo de 2004 estaba dando indicios de una cierta recuperación) y de aumento desaforado del paro (en torno al 7%).

Para Sócrates, había sonado la hora de mostrar sus ambiciosas cartas. El 15 de septiembre, con el respaldo de la muy influyente ala guterrista, presentó su postulación a la Secretaría General del PS, teniendo como contrincantes a João Soares, ex alcalde de Lisboa e hijo de Mário Soares, y al sexagenario Manuel Alegre, dirigente histórico y poeta de prestigio. Sócrates era lo más parecido al candidato del aparato del partido, así que afrontó con plena confianza las primarias del 24 y el 25 de septiembre, a las que se presentó con la aspiración de articular un PS "renovado y abierto", de "izquierda moderna", que representara "una alternativa creíble de poder" y defendiera "un impulso movilizador, pero hecho en conciencia y elevada sensibilidad social".

El discurso ilusionó a los seguidores pero les pareció huero a los detractores, que no eran pocos en los órganos del partido. Sus posturas sobre Irak y el aborto las aclaró Sócrates, y no de manera tajante, sobre la marcha, por presiones de la militancia: aunque seguía considerando un "error" el envío por el Gobierno del centro-derecha de policías al país árabe, entendía que Portugal debía continuar con esa presencia porque no podía soslayar sus "compromisos internacionales".

En cuanto al aborto, defendía su despenalización y el final de la persecución judicial de las mujeres que lo practicaban de manera clandestina, pero difirió cualquier reforma de la ley a lo que decidiera la población en referéndum (en 1998 los portugueses ya habían sido preguntados sobre la liberalización del aborto, con resultado negativo). También tuvo que salir a desmentir que tuviera en mente establecer alianzas con el PSD o el CDS-PP si, tras hacerse con el liderazgo del PS, llegaba al Gobierno, extremo que, salvo un final anticipado de la legislatura, no tendría la oportunidad de concretarse hasta dentro de año y medio.

La campaña interna de los socialistas estuvo regada de mordaces comentarios sobre Sócrates, tachado de "light", "político Armani", "hombre de plástico", "producto mediático" (en expresión de Mário Soares) y "único ministro entertainer de nuestra historia". Pero eran los 30.000 afiliados, llamados a consulta por primera vez desde la fundación del partido en 1973, quienes decidían, y los resultados no dejaron lugar a dudas: Sócrates se proclamó secretario general con el 80,1% de los votos emitidos, teniendo que conformarse Alegre y Soares con unos testimoniales 15,7% y 4,2%, respectivamente. El 28 de septiembre, la Comisión Organizadora del XIV Congreso del PS declaró oficialmente electo a Sócrates.

Todo se aparejaba a favor del ex ministro. El 30 de noviembre, Sampaio dio por concluido el Gobierno de Santana y se dispuso a disolver la Asamblea y llamar a elecciones. Entre las razones para la terminación de la legislatura, el presidente adujo la incapacidad de Santana, que se disponía a someter a la Asamblea un proyecto de presupuesto para 2005 con recorte de ingresos (bajada del impuesto sobra la renta de las familias) y aumento de gastos (subidas de los salarios de los funcionarios y de las pagas de los pensionistas), para enfrentar los "retos estructurales del país". El jefe socialdemócrata empezó a gobernar en funciones el 11 de diciembre. Los comicios se fijaron para el 20 de febrero de 2005 y Sócrates, cabeza de lista por Castelo Branco, fue designado candidato a primer ministro de los socialistas.

La campaña que condujo Sócrates se benefició por triplicado: de aciertos propios, de los errores de su adversario y, sobre todo, de las intenciones del electorado, que, según todos los sondeos, iba a votar socialista hasta colocar a la fuerza opositora al borde de la mayoría absoluta. Para potenciar la producción interna más allá del menesteroso 1% con que había crecido en 2004, dignificar una serie de indicadores socioeconómicos, que eran los más bajos de la UE, y crear puestos de trabajo, Sócrates creía hallar la solución en el "choque tecnológico", aumentando la inversión pública en investigación y desarrollo, potenciando la sociedad de la información e Internet (como ejemplo, ahí estaba su blog, o diario virtual) e incentivando la innovación en las pequeñas y medianas empresas.

Para recortar los enormes gastos corrientes de la Administración, una de las más hipertrofiadas de la UE y la OCDE, y hacer más eficaz la maquinaria del Estado, Sócrates propuso eliminar a lo largo de la legislatura 75.000 de los 730.000 puestos de funcionario, pero no despidiendo a personal, sino rompiendo la paridad entre las jubilaciones, muchas de las cuales serían incentivadas, y las nuevas contrataciones. La modernización general de las estructuras y las capacidades debería crear oportunidades, facilitar las inversiones, mejorar la competitividad y aumentar la productividad. Vislumbró, sin dar precisiones, una subida de las pensiones, a la vez que descartó rebajar los impuestos en tanto persistieran las dificultades económicas y financieras; tampoco se elevarían, aunque no se renunciaba a aumentar los ingresos tributarios, que vendrían por el lado del combate al fraude y la evasión fiscales.

Salvo en tecnología y formación, la austeridad sería la divisa, asumiéndose con total seriedad el compromiso de colocar el déficit público real, estimado en torno al 5% del PIB (una ingeniería contable a todas luces abusiva venía arrojando un déficit oficial del 2,9%), en los límites del PEC, aunque el aspirante socialista precisó que esto se iría logrando de manera progresiva hasta 2009, con una perspectiva plurianual. Sócrates también deslizó su parecer que el PEC debería ser flexibilizado, cual era la determinación de Francia y Alemania, para tener en cuenta las coyunturas nacionales recesivas.

En la precampaña, en enero, se entrevistó en Madrid con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, con quien ya le estaban trazando analogías, ocasión que aprovechó para recalcar su apoyo a la Constitución Europea y para anunciar que un gobierno suyo acometería una nueva liberalización del sector eléctrico en aras del Mercado Ibérico de la Electricidad (Mibel), pactado por los dos países en 2001. De manera general, el programa socialista confiaba en el sector privado como el motor de la recuperación. Sócrates no presentó políticas activas de empleo (si se exceptúa el tímido programa de subvenciones a las pymes para el contrato de licenciados recién salidos de las facultades) ni planes expansionistas con cargo a los dineros del Estado, por lo que apenas cabía calificar su plataforma de socialdemócrata en el sentido tradicional, izquierdista, del término; más propiamente, podía pintarse de social-liberal, e incluso aquí, con alguna reserva en cuanto al componente social.

Sócrates aseguró que, si ganaba, devolvería "el sentido de Estado" al manejo de la cosa pública, y que su objetivo era "derrotar el pesimismo". En la recta final de la campaña, recibió la ayuda valiosa del emérito Mário Soares, quien, desdiciéndose de anteriores denuestos, elogió la "valentía" y la "lucidez" de Sócrates por presentarse candidato en un momento de "crisis económica, social y política". El líder socialista encajó también los golpes bajos de Santana, que aventó insinuaciones sobre su orientación sexual y le presentó como un amigo de gays y lesbianas que podría legalizar los matrimonios homosexuales tal como había hecho el Gobierno socialista de Zapatero en España. La "campaña sucia" de ataques de la que Sócrates dijo ser objeto tuvo su principal asidero en la publicación por varios periódicos de su implicación en un supuesto caso de corrupción en su etapa en el Gobierno, la aceptación de un soborno para su partido a cambio de la luz verde a un proyecto de construcción. La noticia acabó por ser desmentida por la Policía Judicial y la Procuraduría General de la República.

Estos dardos, vueltos contra quienes los habían lanzado, así como la movilización a última hora de muchos electores que se habían confesado abstencionistas en las encuestas, magnificaron la tendencia en curso y produjeron lo que nunca antes un secretario general del PS había logrado: la mayoría absoluta, de 121 diputados, correspondientes al 45,1% de los votos. Se hacía realidad el sueño de Soares, Sampaio y Guterres desde hacía tres décadas: un gobierno en solitario, sin componendas ni hipotecas con otras fuerzas. Por su parte, el PSD se hundió al 28,7% de los votos y los 75 escaños, su peor resultado en unas generales desde los comicios de 1983.

El 24 de febrero Sampaio encargó a Sócrates la formación del XVII Gobierno Constitucional, labor que fue ultimada el 4 de marzo. El Gabinete quedó integrado por 16 ministros, la mitad independientes, el más destacado de los cuales era, en Exteriores, Diogo Freitas do Amaral, líder histórico del CDS y jefe de la diplomacia lusa durante el efímero Ejecutivo del malhadado Sá Carneiro, al que sustituyó en funciones de manera interina. Su nombramiento constituyó toda una sorpresa, aunque durante la campaña ya había abogado por Sócrates. Entre los titulares con carné del PS, abundaban antiguos servidores de Guterres. Con un talante de satisfacción contenida, Sócrates y sus ministros tomaron posesión el 12 de marzo, luego de renunciar él a su acta de diputado.


3. El primer mandato de Gobierno: bajo la presión permanente del déficit público

(Epígrafe en previsión)


4. El truncado segundo mandato: tormenta de la deuda, rescate financiero y derrota electoral

(Epígrafe en previsión)

(Cobertura informativa hasta 6/4/2005)